Miembros de la Asociación Paleontológica Alcarreña Nautilus encuentran una tortuga fósil en la Comunidad de Madrid

Hace ya más de un año se descubrió de modo fortuito, los restos de una tortuga fósil en los alrededores de Alcalá de Henares. El fósil había quedado expuesto al realizar las obras para abrir un nuevo camino de servicio de una de las fincas cercanas a la ciudad. Una pala excavadora realizó un desmonte y rompió parcialmente el fósil que quedó expuesto en la cuneta del camino. Estos terrenos pertenecen al mioceno y contienen abundante fósiles de vertebrados que vivían en las llanuras madrileñas en aquella época.
Las tortugas eran unos habitantes habituales en estas latitudes debido al clima cálido que existía. De hecho, estaban extendidas por toda la península y parte de Europa y llegaron a alcanzar un gran tamaño, habiéndose constatado un ejemplar de un metro y 80 cm en el Campo de Calatrava (Ciudad Real).

El hallazgo fue notificado al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares quien realizó la gestiones administrativas necesarias para llevar a cabo la excavación. Esta operación fue realizada ya por el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid a través de la empresa EPTISA, quienes amablemente nos dejaron asistir a la excavación y a la posterior preparación del fósil.

La excavación se llevó a cabo durante cinco días del mes de junio. Mediante picoletas se procedió a dejar expuesto el fósil en un bloque. Hay que comentar que estos terrenos Miocénicos están formados por arcillas y arenas que se sedimentaron en una gran laguna que ocupaba gran parte de la zona centro. Estas arenas están poco cementadas y es relativamente fácil retirarlas. Durante esta operación se endurecían las partes más débiles del fósil, pues algunas zonas estaban muy alteradas. Hay varios factores que atacan a los huesos entre los que mencionamos los siguientes:

  1. Los huesos son porosos y los huecos se rellenan de arcilla. Cuando esta absorbe humedad se dilata y al secarse se contrae. De este modo el hueso está sometido a tensiones que acaban por fracturarlo milimétricamente, es decir, queda con la forma original pero hecho “literalmente harina”.
  2. Las raíces de las plantas buscan las sales que forman los huesos (calcio, fósforo, ...) y la humedad, de modo que colonizan los huesos adentrándose por cada grieta y ayudando de este modo a su alteración.

Una vez que el caparazón estuvo descubierto se excavó bajo el para terminar de aislarlo. Cuando ya estuvo suelto se deslizó una lona recia por debajo y con la ayuda de siete personas, se pudo acarrear e introducirlo en una furgoneta para su desplazamiento. La limpieza se realizó en el laboratorio de la empresa EPTISA durante el mes de julio aproximadamente. Para ello se emplearon pequeñas herramientas manuales; pequeños cinceles, cepillos, “cuters”, ya que en muchos casos, la limpieza de las zonas cercanas a los huesos debía hacerse con sumo cuidado. Cuando el caparazón fue vaciado apareció la pelvis casi completa en su posición original, así como algunas de las recias escamas que protegían las patas. A continuación se adjuntan algunas fotografías que ilustran el proceso:

La primera impresión que nos dio es que se encontraba en posición “patas arriba” ya que lo que se observaba era una forma en “U”. El caparazón llegaba a alcanzar 5 cm de grosor en algunos puntos lo que  nos daba una idea de que estábamos ante un fósil grande.

De izda. a dcha.  Luis Sebastián y Guillermo de la empresa EPTISA que fueron los encargados de realizar la extracción. Mediante picoletas se empieza a excavar con cuidado.

El fósil estaba en el talud de un camino. De hecho quedó expuesto al realizar las obras para abrir el camino de servicio a una finca. En las horas centrales del día había que protegerse del sol. Una sombrilla de playa era la opción más sencilla.

 
 
Aquí ya se tiene una idea del tamaño. Se observa que el caparazón sobrepasa el metro de longitud y está colocado en posición normal (posición de vida). A la derecha se ve el borde posterior, donde estaría situada la cola de la tortuga.

Estas dos instantáneas reflejan bien el modo de trabajo. Para empezar, hay que comentar que el trabajo de campo no es tan bonito como nos lo pintan en las películas. En muchos casos es incómodo ya que hay que trabajar agachado, de rodillas o literalmente tumbado sobre el suelo. Aquí vemos como Guillermo va limpiando el fósil y desprende meticulosamente las raicillas que habían penetrado por las grietas de los huesos. Se aprecian las herramientas que usaba y como iba protegiendo con gasas, las zonas más alteradas. Las gasas se colocaban encima y se aplicaba endurecedor con una brocha.
Cuando el fósil estuvo separado de la pared, se excavó por debajo para liberarlo completamente.

Nuestro compañero Paco Martín no quiso perderse la oportunidad de ver como se realizaba la excavación. Aquí le vemos observando los trabajos. En las horas centrales del día, el calor sofocante obligaba a estar bajo la sombrilla.
La tierra que se iba desprendiendo era metida en sacos para verterla en un lugar apropiado. El camino debía quedar libre y el impacto medioambiental debe ser mínimo.

Cuando el fósil estuvo suelto se deslizó una lona recia por debajo, de modo que fuera relativamente sencillo su transporte. Aunque se había eliminado la mayor parte de la arcilla que lo rodeaba, fue necesaria el esfuerzo de siete personas para trasladarlo y subirlo a una furgoneta.
Aquí ya se aprecia que la parte superior del caparazón “no está”. La erosión o el posible colapso por el peso de los sedimentos, unido a la acción del agua y de las raíces, la han hecho desaparecer.

Una vez transportada hasta los laboratorios de EPTISA se procedió a la limpieza y restauración del fósil. Aquí ya vemos su tamaño real; un metro y veinte cm de largo por unos 90 cm. de ancho.
En la parte superior derecha falta el trozo que la maquina que abrió el camino le arrancó. Además, como se ha comentado ya, no se ha conservado la parte superior del caparazón.
Al proceder al vaciado apareció la cintura pelviana casi completa y más o menos en la posición que debió ocupar.

Detalle de la cadera. En todos los vertebrados está formada por tres pares de huesos: Ilión, Isquión y Pubis. Falta un Ilión (creo).
A ambos lados y por detrás, el caparazón tiene una abertura por donde saldrían las patas traseras y la cola. Aquí no se ha retirado totalmente la arcilla para darle consistencia a los huesos.

Vista lateral y desde la parte más completa. A la izda. se observa la placa que cubría la cola (placa pigal), que tiene una forma redondeada y plegada hacia debajo. Esto nos indica que se trataba de un macho. En las hembras, la placa pigal está más abierta.
Probablemente se trata de un macho adulto de la especie Cheirogaster bolivari (Hernández Pacheco, 1917)

Otra vista del mismo lado pero esta vez desde el bode anterior, donde se observa parte de la abertura frontal por donde saldrían cabeza y patas delanteras.

Vista lateral y de la parte posterior. Aquí se ve perfectamente la curvatura de la placa pigal (en la izda.)

 
 
 
 

El equipo de la empresa EPTISA que ha participado en la excavación y preparación, posa junto a la tortuga. Desde aquí les agradecemos la oportunidad que nos han brindado. Ha sido toda una experiencia.

Por último aprovechamos la ocasión para agradecer al profesor D. Emiliano Jiménez Fuentes sus enseñanzas y su ayuda. Profesor en la Universidad de Salamanca y experto mundial en tortugas y cocodrilos, nos atendió en todo momento y colaboró en la confección del artículo que sobre estas tortugas apareció en el número 4 de nuestra revista. En la fotografía, D. Emiliano (a la derecha) y Pablo Antonio García ante la Casa de las Conchas en Salamanca.

 
 
 

Para saber más:

Hernández Pacheco, E. (1917): Hallazgo de tortugas gigantescas en el Mioceno de Alcalá de Henares. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural; 17;  pp 194-202; Madrid.

Jiménez Fuentes, E. (1984): Quelonios fósiles de Salamanca. Ediciones Caja de Ahorros y M.P. de Salamanca; 205p; Salamanca.

Jiménez, E. ; Acosta, P.; Fincias, B. & Martín, S. (1986): Un nuevo ejemplar de tortuga gigante del Mioceno de Arévalo (Ávila). Studia Geol. Salmanticensia, 23: pp. 313-324

Jiménez Fuentes, E. (2000): Tortugas gigantes fósiles de la provincia de Segovia. Nueva localidad: Chañe. Studia Geol. Salmanticensia,36: pp. 109-115. Salamanca.

Museo Nacional de Ciencias Naturales CSIC (1993): Madrid antes del hombre; pp 21-31; Comunidad de Madrid; Madrid.

Morales, J. (2000): Patrimonio Paleontológico de la Comunidad de Madrid”. Arqueología, Paleontología y Etnología, volumen 6. 371pp. Comunidad de Madrid.

Meléndez, B. (1970): Paleontología. Tomo II. Ediciones Paraninfo; Madrid

Royo Gómez, J. (1935): Las grandes tortugas del Seudodiluvial castellano. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural; 35; pp 463-486; Madrid.

En la página web de D. Emiliano: “Sala de las tortugas” en http:/www.usal.es/ciencias, o bien navegando con “Sala de las Tortugas”

Y también en nuestra revista, en el número 4.